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viernes, abril 19, 2024
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Silvina Batakis, a la picadora de carne

En el conmocionante fin de semana que se inició con la renuncia de Martín Guzmán, el nombre de Silvina Batakis surgió casi de la nada para hacerse cargo del ministerio de Economía. No fue la primera opción. Tal vez estuvo más próxima a ser la décima.

Cuando todos los convocados le escapaban a asumir una responsabilidad que sabían impracticable, la “griega” puso el pecho. Lo que debería haber sabido es que con su compromiso no bastaba. El gobierno nacional es una picadora de carne que ya procesó a Marcela Losardo, Matías Kulfas, Martín Guzmán y a varios más: un total de más de quince funcionarios de primera y segunda línea. Y va por más.

Las dudas sobre la continuidad de Batakis no son nuevas. De hecho, nunca terminó de confirmarse su participación en la comitiva que acompañaría a Alberto Fernández a su fallido encuentro con Joe Biden, suspendido finalmente por el contagio de COVID-19 del presidente norteamericano. Muestra de la sinrazón de este gobierno, finalmente la que viajó fue la ministra, para reunirse con las autoridades del FMI y algunos grandes inversores privados.

Lejos de respaldarla, la dejaron librada a su suerte. Mientras que Batakis aseguraba tener el apoyo de Alberto, Cristina y Sergio Massa, en Buenos Aires se negociaba su sucesión. Tal como le pasó a Felipe Solá, se enteró en el exterior y cumpliendo una misión oficial que la habían corrido de la escena.

Tal vez si le hubiera ido bien en su periplo norteamericano las cosas podrían haber tomado otro carril. Pero los comentarios de sus interlocutores fueron destructivos: más allá de destacar que era una persona con disposición y afán de aprender, todos resaltaron que de la macro no entendía nada. Batakis no fue capaz de presentar una sola idea sólida sobre su estrategia para hacer bajar el dólar y contener la inflación.

La primera señal de su debacle fue la aprobación del “dólar soja”, que fue anunciada por el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, un día antes de su programado regreso. Tal era la ignorancia al respecto de la ministra que ni siquiera pudo comunicarla a las autoridades del FMI.

Su vuelo se reprogramó por razones climáticas, y este miércoles fue aprovechado por el presidente para improvisar un almuerzo con los gobernadores peronistas que estaban reunidos en Buenos Aires, en el que les anticipó, de manera confusa, que Sergio Massa sería designado “súperministro” de Economía con poder de decisión en distintas áreas clave del gobierno.

Como los gobernadores nunca le habían dado explícitamente su apoyo, el anticipo de la salida de Batakis no significó un problema. Los jefes de estado provinciales insistieron –en tono duro, casi de rebelión– en otros dos temas que les resultan prioritarios: el giro de fondos a las provincias –que Batakis había condicionado a la recaudación- y la finalización de la opereta de egos entre Alberto y Cristina, que retroalimenta una imagen impresentable del gobierno nacional en un año electoral.

“Dejá de divagar, Alberto”, le disparó uno de los más antiguos gobernadores, ante los balbuceos y evasivas del presidente al ser incapaz de responder las inquietudes de los presentes.

Algunos se quedaron a almorzar, otros se levantaron y pegaron el portazo. Alberto mostró una imagen de debilidad tal que fue incapaz de precisar cómo sería el arribo de Sergio Massa, cuáles serían los destinos de Silvina Batakis y Daniel Scioli, si Juan Manzur seguiría como jefe de Gabinete o sería reemplazado por Jorge Capitanich, si habría reducción de ministerios o cómo se procedería con los giros a las provincias. Un presidente que no gobierna, pero que insiste en impedir una salida. Más daño no podría causar.

El otro que quedó mal parado fue el embajador argentino en Washington DC, Jorge Argüello, quien también había creído las seguridades que le dio Alberto Fernández y confirmó las certezas que ya había enunciado la ministra sobre la “importancia del equilibrio político logrado dentro de la coalición en torno a la designación de Batakis” tras la renuncia de Martín Guzmán.

“Su designación y las medidas que ha tomado en estas tres semanas gozan del respaldo de los tres pilares de la coalición. Esto no es condición suficiente pero sí es necesaria para restablecer cierta normalidad a la economía del país”, afirmó el veterano embajador. Cualquiera que consultara lo que los medios argentinos publicaban en simultáneo hubiera sacado la conclusión exactamente inversa.

Si bien nadie apuesta un cobre por el futuro de Batakis, el ingreso de Sergio Massa al gobierno nacional aún requiere ser pulido. Alberto quiere devaluarlo para no perder su centralidad, como ya lo hizo con Manzur o Scioli. El problema es que este miércoles los mercados dieron señales incuestionables que quieren al presidente de la Cámara de Diputados como estratega y motor del gobierno en la crisis, como ya las habían dado, las semanas anteriores, de su férrea oposición al tándem Alberto-Cristina.

Así las cosas, el futuro del gobierno sin Sergio Massa parece ser efímero, incluso en el corto plazo. Pero tampoco sirve un Massa limado por las operaciones de desgaste que son la experticia del presidente.

El incendio se expande y la única manguera la maneja un bombero piromaníaco como Alberto Fernández, quien parece siempre más interesado en destruir a sus asociados antes que en intentar sacar a la Argentina de la crisis en la que él mismo terminó de hundirla.

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